Cuando una crítica se hace realidad

Hay mentes en la historia que destacan por su intuición, por su capacidad de crear, por su capacidad de describir. Estas mentes son capaces de dar un salto evolutivo en la raza humana y pasarnos a un estadio superior de conocimiento. Pitágoras estableció unos criterios trigonométricos que son la base de todo cálculo 3000 años después, Servet marcó el interior del cuerpo, Newton hizo comprender el espacio, Plank nos llevó a nivel microscópico y Einstein nos llevó a la velocidad luz.
Sin embargo, lo que es más extraño es que estas mentes coincidan en el tiempo. El caso de Plank y su física cuántica y Einstein y su teoría de la relatividad. Son dos físicos con mayúsculas capaces de revolucionar el mundo que les rodeaba, pero incapaces de ponerse de acuerdo. Einstein entendía el universo de forma revolucionaria, pero clásica. Era la física de lo tangible. Extraño, pero tangible. Plank (y posteriormente Heisemberg y Schrodinger) entendieron que la física subatómica es más complicada que el blanco o negro. Allí existen los colores, o mejor dicho, existe las cosas a la vez. Schrodinger planteó la paradoja del gato para ilustrar los estados cuánticos y la posibilidad de que un electrón pudiera estar en dos sitios a la vez… hasta que se mira. La física cuántica es la física de la probabilidad. Einstein nunca lo entendió.
Pero una mente como la suya no podía simplemente no entenderlo. Así que estudió a fondo esta otra física e intentó rebatirla. Frases como “Dios no juega a los dados” iba directamente a la línea de flotación de la física cuántica, pero no conseguía dar con la forma de desacreditar la teoría. Conceptualmente absurda, válida en la práctica. Hasta que, en 1935, el propio Schrodinger expuso una característica de la física cuántica de que dos partículas podían entrelazarse entre ellas y quedaban así vinculadas. Le llamó entrelazamiento cuántico (El término español no está demasiado conseguido, pues el término inglés entangle da una  visión más de relación entre dos términos: más sería un “vinculamiento cuántico”, para que nos entendamos). Ésto le dio a Einstein el caldo de cultivo que necesitaba y, junto con dos colegas, planteó conceptualmente una paradoja que se conoce como paradoja EPR (las iniciales de cada uno). En esta paradoja se define que, siguiendo las teorías de Schrodinger, dos partículas atómicas pueden entrelazarse entre ellas, de forma que sabiendo una, se determina la otra. Y si se actúa sobre la primera, la segunda responde a esa actuación gracias a ese vínculo, independientemente de donde esté. Einstein nunca entendió este concepto decía que esto contradecía al sentido común y que debía de estar determinado. Einstein entendía el concepto de entrelazamiento como un par de guantes. Si uno coge un par de guantes y lo manda a dos sitios muy lejanos uno de otro, el que reciba el guante izquierdo sabe que el otro ha recibido el derecho. Pero esto no es entrelazamiento, pues aunque el estado estaba predeterminado desde el inicio y no afecta lo que se haga sobre cada guante en el camino.
Einstein intentó desacreditar con esta paradoja la física cuántica y quedó sin respuesta hasta 1964, en el que John Bell consiguió dar con una respuesta. Estableció unas desigualdades que, si se cumplían, harían que Einstein tuviera razón y por lo tanto la teoría cuántica estaba incompleta, pero si no se cumplían, Einstein estaba equivocado y la información se vinculaba realmente entre las partículas.
Einstein no podía ni sospecharlo, pero, desde 1974 se han realizado multitud de experimentos al respecto, arrojando todos, el mismo resultado: estaba equivocado, el entrelazamiento cuántico es real y funciona y la teoría de la física cuántica es cierta y está comprobada. Esto lleva a que podría ser posible el “teletransporte cuántico”. Y una comprobación de este concepto se ha estado buscando. Éste se ha conseguido hace relativamente poco entre las islas de Tenerife y Las Palmas, un cambio en un fotón en Tenerife, se ha visto inmediatamente en otro fotón en Las Palmas. Un concepto microscópico, pero que ya se ha conseguido en microdiamantes, algo ya de otra dimensión. Este concepto es también la base de algo que todos hemos escuchado: el computador cuántico, pero el experimento de Tenerife le añade una característica más, la posibilidad de trasmitir información a distancia.
No está muy claro qué mecanismo se utiliza para transmitir esa información entre una partícula y la otra. Según la relatividad no podría ir más rápido que la luz, aunque quien sabe, quizás a esas escalas puede ser que funcione algún mecanismo aún desconocido. Lo que está claro es que es una característica de ciencia ficción, y que, con el tiempo y trabajo podría, quien sabe, llevarnos al teletransporte de la nave Enterprise. Eso era ciencia ficción, pero a nivel atómico se ha conseguido. La verdad es que hay mentes que incluso en sus críticas son brillantes, porque, aunque Einstein no lo sospechara, ha terminado siendo realidad.

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